El Tiempo informa sobre el libro de Ivan Kraus

A finales de marzo les informamos sobre el lanzamiento de la traducción al español del libro El caballo no come la ensalada de pepino del escritor, actor y titiritero checo Ivan Kraus (aquí). Hace poco, el periódico colombiano El Tiempo publicó un artículo sobre esta obra y su autor.

Se puede pensar que un libro que se llame El caballo no come ensalada de pepino tiene que ser de autoayuda, al mejor estilo de El monje que vendió su Ferrari; una obra con un título pegajoso para atraer al lector y que no necesariamente tiene relación con su contenido. Y aunque en este caso el título sea, en efecto, llamativo, no se trata de un texto de autoayuda y además sí guarda relación no solo con el contenido del mismo, sino con su esencia.

El autor checo Ivan Kraus lo bautizó así porque “El caballo no come ensalada de pepino” es la frase que utilizó en su día el coinventor del teléfono, Johann Philipp Reis, para probar que su idea funcionaba. Y fue elegida porque en alemán, idioma en el que fue pronunciada originalmente, no resulta sencilla de entender.

La historia en cuestión ocurre en la Checoslovaquia de principios de los años noventa, poco después de la llamada ‘Revolución de terciopelo’, movimiento social que tumbó del poder a los comunistas y que hizo parte de aquel gran sacudón político que sufrieron los países de Europa del Este a finales de los ochenta. Y aunque la trama nos parezca lejana tanto en tiempo como en distancia, la maestría del libro consiste precisamente en revelarnos que, más allá de la geografía y la época, los humanos de todas las latitudes nos parecemos.

Un doctor en filosofía acaba de volver a su pueblo natal, una pequeña población de la que nunca se dice el nombre, pero posiblemente está ubicada en la región de Pilsen, cerca de la frontera con Alemania. Una vez instalado allí cree que ha regresado a su lugar en el mundo en medio de los nuevos aires de libertad, pero descubre que readaptarse no es sencillo y que no puede dejar de sentirse como un extranjero. De hecho, parte de la universalidad del libro consiste en que los nombres propios no abundan, por lo que los personajes son llamados por su oficio. Así, además del doctor están el verdulero, el agrónomo, el mecánico, el dentista, el profesor de educación física, el recolector de basura y hasta el exalcalde; todos amigos y rivales en simultánea.

En épocas del comunismo, cada uno de ellos cumplía un papel en beneficio del régimen, probablemente más por obligación que por gusto, pero el arribo del capitalismo revuelve las cosas. Mientras todos están convencidos de que están a las puertas de una época dorada, poco a poco descubren que la democracia no solo trae libertades y posibilidades, sino compromisos y retos, y que, independientemente de los sistemas políticos involucrados, pasar del viejo orden al nuevo no es sencillo. Y de ahí el nombre del libro: aunque todos quieran lo mismo, cada uno tira hacia su lado y entenderse se vuelve casi imposible, lo que hace que se alejen cada vez más entre ellos a pesar de vivir en un lugar tan pequeño.

Pese a que El caballo no come ensalada de pepino está enmarcado en una época concreta y está lleno de referencias al respecto, también acierta porque narra desde lo íntimo uno de los muchos cambios que ha sufrido la región a través del tiempo. Desde el antiguo reino de Bohemia, pasando por el Imperio austrohúngaro, luego Checoslovaquia y ahora República Checa, la zona ha sido escenario de conflictos y revoluciones, derrocamientos, ocupaciones, alianzas; un eterno vaivén con épocas de estabilidad. Durante siglos sus habitantes han vivido una y otra vez la grandeza y la caída, la represión y el renacer sin perder nunca la esperanza de que lleguen tiempos mejores.

El mismo Kraus ha sido víctima de tales cambios, así que sabe de lo que habla. Siendo un niño, su padre fue apresado por el régimen Nazi y enviado a un campo de concentración al que logró sobrevivir. Ya de adulto huyó del gobierno comunista de su país y durante más de veinte años vivió en el exilio en países como Francia, Italia y Suiza, entre otros.

Así, la vuelta del doctor a su país es también la suya propia. Escritor, actor, incluso titiritero, Kraus ha sabido refugiarse no solo en el arte para esquivar las embestidas de la vida, sino en el humor. En medio de la lucha de los personajes por adaptarse a una nueva vida, en El caballo no come ensalada de pepino no faltan las situaciones jocosas que rayan en lo ridículo; el típico “reír para no llorar” que solemos decir en esta parte del mundo, pero versión checa.

Fuente: ElTiempo.com (Adolfo Zableh). Foto 1 – 2, foto 3.